sábado, 13 de agosto de 2011

CARPE DIEM 3 - Un cambio

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martes, 12 de julio de 2011

Retrato de mí por Paula Salas

Así me dibujó mi amiga y compañera Paula Salas en el paint.
Soy yo diciéndole "Chiquita".

5: Una mina el sábado

Hace miles de millones de larguísimos segundos que mirarte me obliga a ir y volver con la certeza de que sos el amor de mi vida y que si no te lo digo en este mismo instante voy a explotar dos veces más fuerte que Hiroshima y empaparte con la sangre más caliente que un ser humano en estas condiciones solo alcanzaría si se estuviera quemando vivo.

Por favor, dejá de hablarme tan cerca de la boca y prendete ese cigarrillo, ocupá tu boca con algo antes de que la ocupe yo y toda esta situación se me vaya de las manos de la misma forma en que se me fue las últimas veintitrés veces que nos vimos y nos sentamos a tomar una cerveza en el pub de la esquina de la vuelta de tu casa para hablar de todos los problemas que podría solucionarte si te acercaras solamente un centímetro más.

Un pequeño movimiento y darías el pie para justificar esta gran cantidad de flashes que hace veintitrés bares y cervezas empezaron a distorsionar el concepto que tanto me costó formar acerca de la relación aparentemente controlada que durante los veinte años de mi vida habían mantenido mi cerebro y mis órganos genitales.

Me fascina el odio que me da no poder controlarme a mí mismo y depender de un simple gesto, de un movimiento inesperado, de una palabra seguida de una pregunta sugerente seguida de una respuesta inconclusa y volver otra vez al insoportable planteo que mi parte animal insiste en hacerle a la parte que te valora solo como una amiga, como la persona con la cual entablé una amistad fuerte que podría únicamente derivar en sexo si nos tomáramos tres cervezas más.

Pero ya es tarde y vomitar tantas veces te dio muchísimo dolor de cabeza y te deprime saber que te pusiste tan en pedo por culpa de un tipo que probablemente yo nunca conozca más allá de la incomprensible variedad de parecidos que nos encontraste, a él y a mí, para encerrarme como tantas otras veces en la diminuta esperanza de llevarte a mi cama la cantidad de veces que él te llevó.

Y tal vez algunas más.

Pero no.

Lo único que querés conseguir es lo que cuando llego y me acuesto en la soledad de mi colchón me convenzo de que querías conseguir y me levanto de la silla y te acompaño hasta la puerta de tu casa aunque a mí me quede mucho más cómodo caminar para el otro lado y tomarme uno de los tristes colectivos que me devuelven a la fría realidad que el calor de tanta mirada no supo leer en tus ojos.

Frías realidades, miradas y ojos que conozco tanto como la palma de mi mano.

Porque la palma de mi mano me lo recuerda una y otra vez.

Una y otra y otra vez y lo que pienso que pudo haber sido ahora es y lo que creo que pudo haber pasado ahora pasa constantemente detrás de mis párpados y desaparece en la monotonía de mi techo lleno de grietas húmedas y profundos agujeros negros.

Pienso y creo, además, que el techo no me ayuda mucho.

Me quedo dormido pensando en la posibilidad de que con unas cuantas toneladas de suerte mañana me llames por teléfono antes de que te llame yo para decirme lo que yo te diría si te llamara un domingo soleado después de un sábado de penas y alcohol.

¿Nos vemos?

No. No nos vemos nada.

Tengo demasiado sueño como para ponerme a analizar si la razón por la cual no estamos sentados tomando mate en plaza Francia fue mi notable desesperación en la voz al invitarte o tu incapacidad de asimilar tantas frases en tan poco tiempo cuando te acabás de despertar por culpa del insistente sonido del teléfono que probablemente te haya puesto de mal humor.

Bien, dale, sí, en la semana hablamos.

Beso.

19 de septiembre

La única cosa de la que estoy realmente seguro es que nunca estoy seguro de nada. Por lo tanto no puedo definir si esa inseguridad se basa en mi personalidad débil o en las circunstancias en las que ahora me encuentro, considerando que frente a cualquier situación me anulo y automáticamente dejo de pensar, dejo de existir. Aparentemente no soy el único que lo nota, porque la mayor parte de las personas que me rodean empezaron a evitarme, y solo puedo dirigirme a ellos si me ubico en el centro de su campo visual.

Cenizas - Cap. 1

Levantarse temprano por la mañana tiene una gran cantidad de ventajas, siempre y cuando la acción vaya acompañada de un buen descanso. Es decir, acostarse temprano también, aunque la noche te presente mil razones para no hacerlo; tu amigo y socio, por ejemplo, que te llama para tomar unas cervezas y terminar de cerrar esa idea en la que vienen trabajando, tu novia, que ya terminó de estudiar y quiere saber que hacés, las tres o cuatro personas con las que iniciaste una conversación por el chat… o una muy buena idea.
Una idea que si no te sentás a escribír ahora, mañana la vas a olvidar por completo.
Por eso me quedé dormido, por no valorar las ventajas.
Por eso lo único que tengo ahora, mientras corro desesperado hacia la estación de subte, es una resaca terrible, una pelea con mi novia y una muy buena idea.
Y después está el azar, por supuesto, libre a priori de ventajas y desventajas. Pululando intermitente fuera y dentro de nuestras vidas, afectando de manera directa o indirecta nuestra existencia, nuestras relaciones, nuestro trabajo, nuestra salud. El azar, que solo nos lleva inconscientemente a llenar los cajoncitos de buena y mala suerte que tenemos incrustados en el cerebro, hasta que se nos ocurre ponerlos en la balanza y exclamar:
- Tuve suerte
O, en su defecto:
- ¡Tengo una mala suerte!
Por lo tanto, terminar tirado en el medio de Acoyte y Rivadavia con la columna rota y la cabeza abierta es solo una cuestión azarosa, llena de desventajas, que solo me obliga a pensar, mientras veo a mi padre hablar con los médicos y trasformarse en una ametralladora de gestos de preocupación, que soy un tipo con muchísima mala suerte.
Acto seguido un ángel entró por la puerta de la sala de operaciones para cambiarme el suero y mis ganas de vivir. Me dedicó una hermosa sonrisa y me deseó un buen día -deseo bastante pretencioso, dadas las circunstancias- y dos meses después me dejó su teléfono para ofrecerme sus servicios de enfermería, para cuidarme en la soledad de mi casa durante el tiempo que tardara mi cuerpo en responder a mi mente.
Mi cuerpo le respondió a mi mente un año después, bajo la mirada del médico cirujano y su exagerado barbijo, el cual sólo se sacó para decirme que soy un tipo con una suerte de no creer, y que en algunas semanas ya iba a poder caminar y volver a mi vida “normal”.
Mi vida normal, en ese momento, era una relación súper conflictiva con mi novia y un affaire con mi enfermera, de la que estaba perdidamente enamorado. Lo demás no había cambiado mucho; reuniones en la agencia para definir algunas ideas en desarrollo, visitas familiares y de amigos, mucha televisión y un videojuego de guerra que me estaba generando una adicción peligrosa.
Las semanas pasaron, comencé a caminar y a recobrar mi ritmo, decidí hacerle caso al médico y volver a mi vida normal, en el sentido de volverla normal.
Corté con mi novia de la manera más clara y definitiva que pude y me traje a la enfermera a vivir conmigo.
En aquéllos tiempos recordé lo que era tener sexo, jugar al fútbol y correr desesperado a la parada del subte para llegar al trabajo. Dejé de mirar televisión y regresé a mis actividades diarias, reanudé las sesiones de creatividad con aquél amigo de gustos cerveceros y nocturnos, y tanto el azar como mi cajoncito de la buena suerte se llenaron de ventajas.

jueves, 9 de junio de 2011

lunes, 9 de mayo de 2011

viernes, 4 de marzo de 2011

4: Mision imposible

Es increíble el tiempo que puede pasar entre lo que uno dice que va a hacer y lo que hace. Muchísimo. En el medio se murió mi perro, por ejemplo, y yo fui la última persona que vio antes de hacerlo. Antes de morir, digo.
Disturbed es una banda que me encanta. La descubrí por la banda sonora de la remake del amanecer de los muertos, al final, con los títulos. Esta bueno escucharla mientras trato de que se me caiga una puta idea.
Lo de putear es un poco por la energía que transmite la banda, claro, no digo: “mientras trato de que se me ocurra algo”, digo: “mientras trato de que se me caiga una puta idea”. Una.
Te llena de violencia esta música. Yo la escuche durante gran parte de mi vida. De hecho, considero que fui espectador del nacimiento del nü metal, o por lo menos de su era de apogeo.
Y no me quedan muchos cigarrillos, tampoco, eso aporta un poquito a que ese dolorcito, ese empujoncito en el pecho se haga a cada momento un poquito mas grande.
Se me rompió la pantalla del celular, también. Asi que me pueden llamar y hasta puedo hablar con quien me llame si lo pongo en altavoz. Si no no lo escucho, pero ese alguien sí. Asi que no se como mierda voy a poner la alarma. Es increíble lo que uno termina dependiendo de un celular.
Que gracioso. De repente tengo la misión de buscar otra forma de despertarme mañana. U otra alarma. Se me ocurre algo cómico para escribir: estoy en una situación alarmante.
Es gracioso. No sé como se verá leído.
A Yamita, el perro, se lo entregaron a mamá de nuevo hecho cenizas en una caja de madera. Le tuve que buscar un destornillador para que pudiera abrirla y tirar a Yamita por toda la plaza Irlanda. Aguante plaza Irlanda, carajo. Nunca me robaron ahí, ahora que lo pienso. Pero me paró la policía bastantes veces. Nada, pequeñas cosas que te regala la plaza. Cosas de carácter religioso: la birra, el partidito, las chicas, los juegos, las fiestas, yo que sé. No es casual, escuché que antes la plaza era parte del colegio que esta en frente. Un colegio religioso. Se ahogó una nena ahí, también.
Cuando se ahogó la nena la plaza ya era la plaza. Voy a poner música mas alegre. Y después me clavo una de las ultimas de Clint eastwood, director que admiro.
Pero primero busco la manera de despertarme mañana. Mierda, tenía misión imposible tres para ver y no la pasé a DVD, pero es un buen nombre. Yo estaría en la cuatro. Bueno, de hecho…
Ahí vengo.

jueves, 17 de febrero de 2011

TRES: THE ENTRANCE

Papá da vueltas alrededor mío. Estamos en el patio de casa, la casa donde nací. De la habitación de arriba llega un olor nauseabundo. Por la actitud de papá me doy cuenta de que no quiere que suba. Presiento que algo anda muy mal. Mi hermana está metida en el baño, con la boca apoyada en el inodoro. Voy hasta las escaleras y papá vuelve a frenarme, así que voy a la cocina, ahí el olor es mucho más agradable. Pero hay demasiada luz y la temperatura me produce confusiones. Papá sube de pronto. Alguien lo acompaña, alguien que no había visto antes. Vuelvo al patio, donde me siento más fresco. Mi hermana ya no está en el inodoro, se apoya ahora sobre el lavatorio. Me mira fijo. Empiezo a tener hambre y me acerco a ella a gran velocidad. Ella pega un grito y se aleja hacia la cortina de la ducha. Yo regreso hacia la escalera, desde donde siento el llamado de mi padre. Subo y me adentro en la habitación de arriba, donde el olor es insoportable. Mi padre yace en el suelo. Me siento mareado y descompuesto. Quien acompañaba a papá al subir, yace muerto junto a él. Mis sentidos empiezan a confundirse, mi cuerpo empieza a vibrar, y caigo al suelo, perdiendo por completo el dominio de mis alas. Lo último que veo, antes de morir envenenado, es la cara de mi padre, y su boca llena con la sangre del asesino.

Tenía que escribir esa historia, no podía quedar así, por más profundo y poético que fuera mi “Dos”. El olor a veneno no es tan terrible y me acaba de picar un mosquito. Acabo de ver la película “The entrance” y es bastante mala, pero tenía que verla, siempre me quedo dormido al principio. Supongo que en castellano se llamará “La entrada”, pero qué importa.

DOS

Tienen que ver esa película, “NOCHE DIABÓLICA”. No sé como se llamará en ingles, pero mírenla. Y después dejen pasar un tiempo y véanla otra vez, re locos. Cuando me acosté a mirarla…

Me acabo de dar cuenta que en el capítulo anterior hablé para mis adentros, y ahora estoy hablando como si alguien me escuchara. O me leyera. Voy a dejar de hacer eso, me pone un tanto nervioso. Encima mi habitación esta llena de ese espantoso mata mosquito espantoso. Espero no descomponerme como anoche. Aunque lo de anoche no haya sido producto de este espantoso mata mosquitos espantoso. Y mata mosquitos espantosos. Con ese, es decir, con “s” si estuvieran leyéndome.

Recién me llegó un mensaje de mi vieja, dice:

? YO TAMBIEN TE QUIERO MI VIDA. MANIANA CENEMOS ALGO ANTES DE IRME S LABURAR, DALE?

Le conteste “dale, besos”. Se la leía bien.

Se propuso escribir sobre lo mucho que le llamaba la atención que todos los mensajes de texto de su madre le llegaran con un signo de interrogación (el conclusivo, el que cierra la pregunta) al principio de cada frase. Pero presentía que tenía que ver con la diferencia en los modelos de celular. El de ella es muchísimo más avanzado. Además, el signo de pregunta se veía en negrita y metido en un cuadrado, tambien en negrita. Por lo tanto, asumió, solo se limitaría a hablar del mensaje en su dimensión sintáctica y menos informática.

El “yo tambien” era en respuesta del “te quiero” que le mandé en el mensaje anterior. El “mi vida” se lo creo. Soy su vida. El mañana mal escrito será por que la eñe está ubicada en un lugar muy de mierda para llegar con la uña en el teclado “Touch screen” de su celular. La a esta muy cerca de la s, ahí se explica el “s laburar”. La pregunta se la contesté. Y le mande besos. Ella no me mandó besos. También, mi idea de mandarle mensajes a mi vieja a las doce de la noche, no va.

A las doce y media se puso a escribir. Pensó si la mezcla entre veneno de mosquitos y el cigarrillo encendido podía causarle alguna clase de intoxicación. Pero en seguida pensó en que tal vez le facilitaría el proceso creativo el hecho de escribir bajo sus efectos. Pensó en escribir una historia sobre mosquitos que mueren.

Zumbar y picar. Comer y chupar. Morir. Sólo.

Le pareció profundo y poético. Y decidió llamar así al capítulo, como a su efímera creación. Y le ubicó, en centrado, el número dos.

UNO: NOCHE DIABÓLICA

El terror se apoderó de él. Una fuerte presión en el pecho lo incomodaba al punto de la desesperación. Prendió un cigarrillo. El último.

No quiero ir a comprar ni pedirle a mi hermana, además, hace un montón de frío. Ya la veía venir. Y el celular es un aparato tan de mierda.

El disco de soulwax lo estaba matando, pero le gustaba morir así. Pensó en escribir lo que le pasaba, para apaciguar la bomba de vacío que le hinchaba el torso. Logró escribir una frase espantosa. La miró durante siglos, pero el blanco lo cegaba. Por primera vez en su vida, había demasiada nada.

Chau pucho. Esta banda es perfecta, pero tal vez mañana no me guste tanto. No puedo escribir. La peor.

Tenía que pedirle un cigarrillo a su hermana, la necesidad de fumar se iba a volver irrefrenable, y cada vez era más tarde.

Bah, las doce. Casi.

Mentolados, fuma ella, de los que se convierten en mentolados.

Yo estoy re loco, igual ¿bajo?

Si, ya fue.

Tres cigarrillos mentolados y ni una cucaracha, mejor suerte para tanta travesía, imposible. Y para tanta travesía imposible. ¿Mentolo los tres? ¿se dice “Mentolo”? no. Pero esta bueno mentolarlos, aunque muchos digan que no. Me lo prendo ahora, son y diez, casi. Total tipo una ya me quiero tirar a mirar una peli que ya vi, cualquiera que ya haya visto. Voy a escribir una frase, lo que sea, así mañana lo leo y me armo alguna historia mas copada que cualquiera que se me ocurra ahora. Es cualquiera que se me ocurra ahora la frase, tambien, pero ya fue.

A ver.

El terror se apoderó de él, justo en el momento en que el dolor se le fue del pecho. Era terror a equivocarse, no había, por lo pronto, ninguna justificación paranormal en su miedo, aunque la casa en la que vive le diera todas las que necesitaba. Gratis. Se concentró en un título para su capítulo, pero por ser el primero y no saber siquiera si habrá otros, abandonó la lucha, aunque antes se forzó a pensar por lo menos uno. Quiere algo con robots, que en lo posible sea un nombre futurista. Él adora el futuro, aunque todo se le vuelva pasado entre los dedos.

A la vez debe ser prometedor, el nombre. Se pone los auriculares y busca alguna carpeta. Se descompone en seguida, la paranoia de que se corte la luz y pierda el archivo lo domina y recuerda la primera frase del escrito. La lee. Decide que tiene que tirarse a ver una película, y decide, también, que va a nombrar al capítulo de la misma manera que la película que elija para ver.